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jueves, 12 de octubre de 2017

SOBRE PARTICIPACIÓN CIUDADANA



El término “participación ciudadana” se utiliza para etiquetar una gran variedad de posiciones tanto propositivas como prácticas, que en cada situación concreta requiere un debate político para aclarar y decidir qué se quiere decir y hacer cuando se usa tal etiqueta. Para que ese debate pueda darse, es oportuno que cada participante avance su visión de lo que quiere decir y hacer, para que sus hipótesis puedan dialogarse y debatirse para llegar a una decisión madura sobre lo que tiene que ir pasando.

Mis hipótesis

Avanzo, pues, aquí mi propia posición de lo que entiendo qué es la participación ciudadana y para qué sirve en la vida política actual. La considero como unas hipótesis para confrontar y enriquecer por el diálogo y el debate con otras.
Parto de una primera hipótesis sobre la profunda crisis que sufren los actuales sistemas burocráticos de gobierno/dirección, en su pretensión de control centralizado de una política de arriba abajo. Y la consiguiente necesidad de generar una política de abajo arriba para armonizar los gobiernos y las direcciones con la realidad.  
La política de abajo arriba no consiste en dar respuesta individual a demandas particulares de cada persona. Desde muy antiguo el clientelismo ha sido el nombre de esta práctica. Y más modernamente, los sistemas de quejas, sugerencia y reclamaciones han surgido como instrumentos para corregir las deficiencias de los servicios públicos en ejecución de las políticas aprobadas.
 En este sentido, una suma de ocurrencias individuales por medios digitales, si bien puede dar la imagen de unas preferencias colectivas, convendría fueran consecuencia de unas interacciones personales entre los ciudadanos, en entornos cuya comprensión puedan compartir – tejido social, confianza y liderazgos, comunidad – en cuyo contexto se vayan priorizando colectivamente las necesidades y la alternativas.
Una política de abajo arriba así generada tiene dos virtualidades muy relevantes en la vida pública:
·        Precisar mejor  la cualidad y la cantidad de las prestaciones públicas.
·        Dar oportunidad de coaligase maduramente con los votantes.
  

Lo lejos que estamos de esto


Tengo suficiente experiencia, y he vivido y visto experiencias de todo esto como para no ser consciente de lo lejos que se encuentran las instituciones en nuestro país de dar vía libre a que se vaya generando una política de abajo arriba. La política casi exclusivamente se diseño y aplica de arriba abajo.
Las mejores experiencias pueden observarse en municipios pequeños y medianos  casi no más que un barrio. En los municipios grandes, las unidades de las que se parte –los distritos- son demasiado grandes y heterogéneos para que la interacción para la participación tenga lugar. Con frecuencia la “participación” tiene lugar por medio de artefactos formales, que tienen por objeto legitimar la autoridad burocrática. Lo que no impide que, a veces, ante problemas agudos, los ciudadanos no creen sus propias asociaciones para luchar por resolver sus problemas.
Cuando los ciudadanos espontáneamente crean sus asociaciones de defensa se dan condiciones que se acercan a la participación, y en lugares donde esta defensa se ha dado necesariamente durante bastante tiempo es posible que se hayan creado hábitos que resisten después de esa necesidad.
Lo que no suele haber – a pesar de rótulos de concejalías y departamentos – es esfuerzos continuados y sistemáticos para fomentar las interacciones entre los ciudadanos para compartir la visión de la realidad y priorizar necesidades y alternativas, y para apoyar el desarrollo de asociaciones sin pretender controlarlas.
Los políticos locales dedican casi todo su tiempo a asumir la dirección operativa de la administración y muy poco al liderazgo ciudadano – organización de barrios, participación.
Y por otra parte, los militantes de los partidos políticos están desmovilizados de una tarea de interacción, educación y coalición con sus votantes.  

Una vía alternativa
La dirección operativa de las instituciones puede y debe ser encomendado a directores profesionales, enmarcados en sistemas de gobierno, como los presupuestos funcionales analíticos programados y proyectos estratégicos, liberando así tiempo de los cargos públicos.
Los cargos públicos, los ejecutivos  y los militantes/activistas de los partidos, deberían asumir la tarea de estructurar barrios – unidades no mayores de 10.000/15.000 electores - y comunidades de votantes, en cuyo seno identificar cuestiones problemáticas y generar liderazgos sociales. Contar con líderes de opinión y líderes sociales es crucial para el desarrollo de la participación ciudadana, en la que no cabe pensar que jueguen la mayoría de los ciudadanos directamente.
Una política de abajo arriba, se puede ir generando en cada barrio, si se parte de registrar lo que la gente ve como positivo/negativo para su calidad de vida y se da sentido a estas manifestaciones, dado lugar a una declaración de “El barrio que vivimos” como instrumento para compartir la visión. De aquí puede oponerse “El barrio que queremos” como base para un plan estratégico de barrio. Encontrar la armonización entre estos planes de barrio e unidades mayores – distrito, municipio –pone en marcha la política de abajo arriba, o la planificación participativa.

Un instrumento operativo
La Técnica del Grupo Nominal contribuye a socializar los intereses de los ciudadanos, evitando los efectos perversos de la dinámica de grupo. Se aplica a grupos no mayores de doce personas. A estas personas no se les va a pedir más de unas dos horas de su tiempo, sin perjuicio de que pueda dárseles información de los resultados de otros grupos distintos al suyo.
La TGN puede servir para identificar problemas, para explorar soluciones alternativas y para establecer prioridades. Es una técnica especialmente útil cuando existe el riesgo de que algunos miembros del grupo puedan influir en los demás con su elocuencia y/o cuando resulta conveniente minimizar las diferencias de status entre los integrantes del grupo. En cambio, no es recomendable para un simple intercambio de información, para negociar o para decidir una política
En sesiones de este tipo, se entrena a los ciudadanos en expresar sus intereses, escuchar los intereses de otros, y priorizar los colectivamente.
Un reglamento [1]muy estricto en su aplicación por el animador de la reunión, facilita la expresión individual, la escucha, la comprensión de las posiciones y la priorización colectiva.
Una docena de estos grupos por barrio, ponen en marcha a más personas de las que es habitual, y sus manifestaciones tienen una gran fiabilidad.





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[1]Un ejemplar de esta metodología, experimentada en nuestro país y otros, está  a disposición de quien me lo pida.

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