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martes, 26 de septiembre de 2017

MARKETING POLITICO

DEL MISMO LIBRO MENCIONADO EN LA ENTRADA ANTERIOR, ESTA ENTRADA VIENE BIEN COMO ENTRADA A LAS GUIA DE ACTUACIÓN QUE VENDRÁ A CONTINUACIÓN





En las organizaciones políticas, como en todas las organizaciones cuyos recursos dependen de entornos significativos, obtienen muy diferentes resultados según cuál sea su orientación a la hora de relacionarse con esos entornos.

En las organizaciones políticas podemos distinguir tres tipos de orientaciones:

·       La orientación hacia si mismo. La organización tiene la verdad, los demás tienen que hacer el esfuerzo para acercarse a ella.
·       La orientación hacia la venta. La organización tiene la verdad; pero tiene que hacer esfuerzos persuasivos para que el entorno se convenza de ello.
·       La orientación hacia el votante. La verdad está en la interacción entre la organización y los votantes actuales y potenciales, cuyas necesidades y deseos hay que conocer y deben guiar la actuación de la organización.


La práctica de esta tercera orientación es la que responde estrictamente a la disciplina del marketing político, aunque con frecuencia las organizaciones políticas con orientación a la venta pretenden utilizar también su etiqueta.

La disciplina del marketing político es coherente con lo que más arriba hemos dicho de la dirección. El marketing político es una forma de dirigir la política con vistas a conseguir resultados políticos.   






Las limitaciones de los programas electorales: producto político y comunicación política continuada en dos sentidos.


Si aceptamos la disciplina del marketing político en la dirección de organizaciones políticas, tenemos que revisar críticamente el papel que con frecuencia están jugando en justificar bastantes actuaciones unilaterales de los gobiernos, los programas electorales. Sobre todo, esos programas compuestos de centenares de propuestas, elaborados más bien por los propios políticos y sus asesores, con poca incorporación de prioridades de los votantes.

Difícilmente puede aceptarse que, en la realidad, esos programas sean las bases de la coalición que lleve a los votantes  a las urnas.

Será más seguro partir de una conceptualización distinta que nos aporta el marketing político, que esquematizamos en el gráfico siguiente:



En las organizaciones políticas, como en todas las organizaciones cuyos recursos dependen de entornos significativos, obtienen muy diferentes resultados según cuál sea su orientación a la hora de relacionarse con esos entornos.

En las organizaciones políticas podemos distinguir tres tipos de orientaciones:

·       La orientación hacia si mismo. La organización tiene la verdad, los demás tienen que hacer el esfuerzo para acercarse a ella.
·       La orientación hacia la venta. La organización tiene la verdad; pero tiene que hacer esfuerzos persuasivos para que el entorno se convenza de ello.
·       La orientación hacia el votante. La verdad está en la interacción entre la organización y los votantes actuales y potenciales, cuyas necesidades y deseos hay que conocer y deben guiar la actuación de la organización.


La práctica de esta tercera orientación es la que responde estrictamente a la disciplina del marketing político, aunque con frecuencia las organizaciones políticas con orientación a la venta pretenden utilizar también su etiqueta.

La disciplina del marketing político es coherente con lo que más arriba hemos dicho de la dirección. El marketing político es una forma de dirigir la política con vistas a conseguir resultados políticos.   






Las limitaciones de los programas electorales: producto político y comunicación política continuada en dos sentidos.


Si aceptamos la disciplina del marketing político en la dirección de organizaciones políticas, tenemos que revisar críticamente el papel que con frecuencia están jugando en justificar bastantes actuaciones unilaterales de los gobiernos, los programas electorales. Sobre todo, esos programas compuestos de centenares de propuestas, elaborados más bien por los propios políticos y sus asesores, con poca incorporación de prioridades de los votantes.

Difícilmente puede aceptarse que, en la realidad, esos programas sean las bases de la coalición que lleve a los votantes  a las urnas.

Será más seguro partir de una conceptualización distinta que nos aporta el marketing político, que esquematizamos en el gráfico siguiente:



El “producto político” es lo que intercambia el entorno significativo con la organización política a cambio de los votos, fondos y tiempo voluntario que obtiene. Bajo esta etiqueta se encuentra no sólo las prestaciones, sino también todos los comportamientos del partido y de sus gobiernos que pueden ser percibidos y valorados por los ciudadanos, incluyendo la proximidad del partido y los servicios políticos que presta, el estilo de gobernar, la ideología que traducen en sus actuaciones tanto el partido como sus gobiernos. Incluso podemos integrar en el producto, una realidad que trataremos separadamente por su importancia. En la organización política orientada hacia sus votantes la comunicación con ellos no es unidireccional ni puntual, sino que actúa en las dos direcciones y es continuada, concebida para acompañar las decisiones políticas de los votantes actuales y potenciales y de sus líderes de opinión.



Liderazgo político/liderazgo estratégico. Las organizaciones políticas como organizaciones que aprenden.


Los líderes de las organizaciones políticas necesitan ejercer un liderazgo estratégico, que es capaz de convertir su organización en una “máquina” de ventaja competitiva sostenible, con la agilidad de hacer frente a la incertidumbre y al éxito con igual medida.

El liderazgo estratégico toma decisiones no sólo para mejorar la actual realización de la organización sino también para fortalecer su eficacia y competitividad futura. Este liderazgo no puede explicarse ni practicarse con un simple conjunto de procedimientos. En su lugar, los líderes estratégicos impulsan sus organizaciones a través de sucesivas iteraciones de un proceso de aprendizaje con las habilidades del pensamiento estratégico, la acción estratégica y la influencia estratégica. Los individuos y los equipos activan el liderazgo estratégico cuando piensan, actúan e influencian a otros de modo que refuerzan la ventaja competitiva sostenible de su organización.

El proceso de aprendizaje que implica el liderazgo estratégico incluye cinco elementos:

·       Apreciar dónde estamos.
·       Comprender quiénes somos y dónde queremos ir: aspiraciones, visión, misión y valores centrales.
·       Aprender cómo conseguirlo: formulación de la estrategia, incluyendo la determinación de prioridades.
·       Hacer el trayecto: trasladar la estrategia a la acción, identificando y poniendo en práctica las tácticas.
·       Pilotar nuestro progreso: continua apreciación de la eficacia de la organización, que pone en marcha otra vez el proceso de aprendizaje.

A diferencia de la Administración, la Política requiere afrontar los problemas emergentes en la sociedad. Ello obliga a que los políticos se encuentren en una situación de aprendizaje permanente. Podríamos decir que una de sus habilidades básicas, y que mejor puede asegurar un recorrido largo en la vida política radica en lo que se llama “aprender a aprender”.

Las organizaciones políticas, a impulsos de estos líderes que aprenden, pueden irse desprendiendo de problemas cuya solución ya se conoce – y que por consiguiente pueden encomendarse de un modo controlado a algún tipo de administración que las ejecute – y reservar sus mejores recursos a la detección temprana de problemas emergentes y a despejar las incertidumbres y conflictos que impiden su solución.

Así, las organizaciones políticas cuando aprenden mantienen y, eventualmente, desarrollan sus ventajas competitivas. Es fácil descubrir en la realidad, cómo el declive de estas organizaciones va ligado a la atrofia de su capacidad de aprender, naturalmente, atemperado o acelerado  por la incapacidad/capacidad de otras organizaciones. 




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